En los últimos
cinco años el clima de Cantabria ha ido cambiando de manera muy perceptible: los límites
estacionales, nunca demasiado definidos en esta zona, se han alterado, de tal
modo que son frecuentes las temperaturas primaverales bien entrado diciembre y
las otoñales en pleno mes de junio. En principio podría decirse que el cambio
es a mejor, pues las temperaturas son más cálidas en verano, lo que favorece el
ocio, pero también las sequías y los incendios con consecuencias nefastas no solo para los sectores económicos (alteración y pérdida de cosechas en agricultura,
lo que repercute también en ganadería; turismo y hostelería flojos…) sino para
todos y cada uno de los cántabros: Cantabria es lluviosa, húmeda y no
excesivamente cálida, así que no podemos pretender que tenga un clima
mediterráneo, aunque, gracias al cambio climático, es lo que se está
consiguiendo:
en los últimos veranos, que han empezado tarde y se han extendido hasta casi
noviembre, han sido demasiado frecuentes las olas de calor (más de dos por mes,
lo que equivale a prácticamente la totalidad del mismo), con temperaturas que
sobrepasan los 30◦, y sin una gota de agua.
Sin
embargo, el cambio es mucho más notorio en otoño e invierno, desde mi punto de
vista. Durante los últimos inviernos, también han sido muy habituales las olas
de frío siberiano, que han dejado nevadas a menos de 400 msnm e incluso al
nivel del mar; y como colofón, los sucesivos temporales (llamados ciclogénesis explosivas) de este 2014 que,
combinados con las mareas vivas y los vientos huracanados que han azotado la
región, han dado lugar a las tormentas perfectas que han destrozado el litoral.
El siguiente vídeo recoge impactantes imágenes de una de estas tormentas en el litoral cantábrico en enero del 2014:
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